A punto de cumplir sesenta, Daniel emprendió un viaje sin compañía al corazón de la Amazonia peruana. Haciendo base en Iquitos, la ciudad más grande del mundo enclavada en plena selva sin conexión terrestre, visitó bosques encantados y navegó, subido a rudimentarias embarcaciones, por ríos desbordados habitados por delfines de lomos rosados y pirañas de dientes afilados, en medio de paisajes que cortan la respiración.
Participó en la tradicional ceremonia de la ayahuasca, comandada por el chamán de la comunidad aborigen en la que se instaló a vivir por algunos días, experimentando el más alocado y psicodélico viaje al interior de sí mismo en una noche difícil de olvidar.
En plena ciudad de Iquitos, en un acto de arrojo que no lo caracteriza, se inyectó en su cuerpo el veneno de la rana sapo y sobrevivió para contarlo.
Ese viaje en solitario por sitios alejados de la mirada convencional se transformó en un ameno libro de relatos que capturan en sus páginas la esencia de la aventura, la magia de lo inesperado y "... la dichosa sensación de no saber dónde apoyar la cabeza cada noche".
Ese viejo río que va es el feliz resultado de un sueño cumplido..